Esto es lo que los demás ven cuando miran mi acuario de coral.
Ven un asombroso ejemplar de zoantario, un coral cuidadosamente criado a lo largo de años de dedicada atención. Ven la belleza de otra clase de vida de este mundo, uno de los prodigios que habitan en nuestros océanos.
Lo que no ven es lo que hay por debajo: oculto en la arena y las rocas en las que viven estas criaturas hay un increíble ecosistema de microorganismos sin los cuales los zoantarios no pueden sobrevivir y mucho menos prosperar.
Tampoco ven el celo con el que monitorizo las condiciones de su entorno. No ven los números que se recogen en gráficas minuto a minuto y día tras día, y que me avisan cuando algo va mal. No escuchan el sonido de la alarma cuando un parámetro sobrepasa o no alcanza los niveles seguros.
Lo mismo puede aplicarse al mundo de la tecnología.
Cuando en F5 hablamos de aplicaciones adaptativas, estamos hablando de lo que la gente ve.
Cuando los usuarios cuentan con usted para comprar un producto, pagar una factura o conseguir asistencia, ven una sola cosa: la experiencia de usuario. No ven la multitud de aplicaciones, infraestructuras, entornos y servicios que permiten fortalecer y ofrecer esa experiencia.
Y, sin embargo, están ahí, y son fundamentales para garantizar una buena experiencia de usuario.
La diferencia entre saber que algo está mal y saber qué hacer al respecto es significativa. Algo tan simple como comprender la relación entre el pH y la temperatura puede marcar la diferencia entre abordar un problema y empeorarlo. En lo tocante a la experiencia del usuario, sucedería lo mismo.
Un paso fundamental es asegurarse de recoger los datos correctos. Desafortunadamente, un gran porcentaje de organizaciones no lo están haciendo.
Una encuesta de Turbonomic expone este fenómeno (negrita añadida): «Cuando preguntamos a los encuestados cómo mide su organización el rendimiento de las aplicaciones, resultó prometedor comprobar que más del 60 % lo mide de alguna manera. Sin embargo, el enfoque más común consistía en medir la disponibilidad, en lugar de la gestión de los objetivos de nivel de servicio (SLO), que suelen adoptar la forma del tiempo de respuesta o del rendimiento de las transacciones. El 13 % no mide el rendimiento de las aplicaciones en absoluto».
Sin mediciones, las aplicaciones adaptativas no pueden materializarse. Las mediciones son lo que permite comprender la calidad de la experiencia del usuario y, gracias al análisis de esas mediciones, se infieren relaciones y patrones. En última instancia, la automatización que dará lugar a aplicaciones verdaderamente adaptables se basa en las mediciones y en nuestra comprensión de ellas. Es la capacidad de medir con precisión las condiciones de mi acuario (y la comprensión de la relación existente entre ellas) lo que me permite automatizar las respuestas y mantener casi sin esfuerzo un entorno óptimo para los habitantes de mi acuario.
No hacer lo mismo en el caso de la experiencia del usuario tiene un impacto muy real en los negocios. El 89 % de los clientes comienzan a hacer negocios con la competencia después de una mala experiencia del cliente.[1] El coste de atraer nuevos clientes para sustituirlos es alto: desde un promedio de 77 dólares por cliente en el sector minorista hasta más de 250 dólares por cliente en el mundo de las finanzas. El potencial de pérdida de ingresos es mayor: los clientes leales valen, de media, diez veces el valor de su primera compra.[2] Mantener una experiencia del usuario extraordinaria no solo es bueno para el negocio, es imprescindible. Con las alternativas literalmente al alcance de la mano, conservar una clientela fiel requiere una atención tan meticulosa a la calidad de la experiencia del usuario como la que yo presto a mi acuario de coral.
La clave para obtener las mediciones, así como los puntos de control para automatizar las respuestas, es la infraestructura y los servicios que ofrecen y protegen las aplicaciones.
En Varsovia, Polonia, ocho almejas han demostrado ser mejores para medir la calidad del agua que cualquier otra tecnología. Cuando los «moluscos, que son muy sensibles a la contaminación, detectan que el agua está contaminada, se cierran y, gracias a sensores especiales fijados en las conchas, esta acción activa las alarmas».[3] Hasta hace poco, nadie sabía de su existencia. Lo único que sabían los residentes es que disponían de acceso a agua potable.
Los organismos vivos, como esta almeja, miden todo de forma instintiva, y son particularmente habilidosos a la hora de identificar un peligro en base a los datos. Sin embargo, no existe un único sistema interno que los otorgue ese superpoder, sino que se necesita la colaboración de cientos de sistemas internos generando mediciones y la capacidad de analizar los datos resultantes para, en una fracción de segundo, tomar la decisión de que el agua es peligrosa.
Son las mediciones (los datos) las que hacen que una aplicación sea adaptable. Si no hay factores claros que desencadenen una determinada acción, no hay necesidad de adaptarse. Comprender las capacidades y la demanda fomenta el desarrollo. La identificación de actividades maliciosas desencadena acciones de seguridad. La detección de un deterioro del rendimiento estimula la optimización.
Se trata de datos amplios, e inevitablemente incluyen mediciones de cada capa de la oferta tecnológica. Tomados en conjunto y correlacionados con los procesos empresariales (con los flujos de trabajo digitales), estos datos pueden analizarse y convertirse en la información que las aplicaciones necesitan para adaptarse automáticamente.
Si se analizan más a fondo, pueden revelar a los líderes empresariales relaciones y patrones y tendencias que les permitan conciliar las arquitecturas, la infraestructura y las aplicaciones con los resultados empresariales reales. Esta información puede servir para llevar a cabo una acción automatizada, como la seguridad basada en IA y AIOps, así como para facilitar a las empresas y a las partes interesadas en la tecnología de la información una toma de decisiones fundada.
La acción requiere de sistemas capaces de recibir instrucciones y actuar en consecuencia. No es nuestra interfaz con el mundo la que reacciona a las condiciones de peligro en nuestro interior, sino que es nuestro sistema inmunológico y otros sistemas internos los que actúan en nuestro nombre. En un mundo digital, esos sistemas internos son los servicios de aplicaciones e infraestructuras: las tecnologías detrás de la interfaz, que generan datos y actúan para proteger, escalar y optimizar la experiencia del usuario.
Las aplicaciones adaptativas se basan en los datos gracias a la telemetría generada por los servicios de aplicaciones, las infraestructuras y los sistemas que las entregan, protegen y escalan. Con una plataforma capaz de analizar esos datos y producir información procesable y automatizable, las empresas podrán avanzar con paso seguro y más rápidamente hasta alcanzar aplicaciones adaptativas.